jueves, 28 de mayo de 2020

CREE EN TI


La imagen que construimos de nosotros mismos depende, en gran medida, de factores externos tales como la actitud de nuestros seres queridos hacia nosotros, la crítica recibida por parte de quienes nos rodean y la manera como enfrentamos estas situaciones.

Como cualquier ser humano que inicia su recorrido por la vida necesita del apoyo y el acompañamiento cariñoso de su familia, es desde aquí que se empieza a construir la persona en su relación con el entorno:  si es amenazante e incierta, le generará angustia, desconfianza y temor.  Si por el contrario, está cargada de afecto y calidez, aprenderá a confiar y a creer en sí misma y en los demás. 

Tener fe y confianza en sí mismo es la base para lograr creer en los demás; sólo así se pueden construir relaciones afectivas sanas que contribuyan al crecimiento personal y al mantenimiento de una salud mental estable.

RECOMENDACIONES:

-          Tratemos de no sobreproteger a quienes, en alguna medida, dependen de nosotros, para no imposibilitarlos ni coartar su libre desarrollo.

-          Es necesario acompañar a las personas que amamos durante el proceso de crecimiento.  No hay que soltar demasiado, ni asfixiar con nuestra presencia.  Todos los extremos son perjudiciales.


-          Evitemos el uso de rótulos y etiquetas.  Tratar a otros con apodos como “cuatro ojos”, “gordo”, “tonto”, etc., afecta negativamente la fe y la confianza que cada uno construye sobre sí mismo.

-          Procuremos valorar y estimular los intentos realizados por nosotros mismos en procura de nuestras metas, aunque no siempre sean exitosos.


-          Admitamos la crítica y los halagos con objetividad y aceptación, sin sobredimensionar los primeros ni minimizar los segundos. 




martes, 29 de enero de 2019

AFECTIVIDAD


Nuestra afectividad, al igual que cualquier otra esfera de nuestra vida, merece ser considerada y darle la relevancia que tiene.  Por tanto, para tener una vida saludable, tengamos en cuenta:

  •  Que es necesario aprender y posibilitar la expresión de nuestros sentimientos.  Reconocer que estamos tristes, por ejemplo, es abrir la posibilidad a saber qué es lo que nos entristece, de tal manera que podamos conocernos mejor y manejarlo en forma adecuada.
  •  Que expresar sentimientos no implica necesariamente armar un melodrama con lágrimas, gritos y desesperación, sino que se trata de acercarnos a nuestra intimidad y reconocer cuáles emociones y sentimientos nos embargan y poder abrirnos a ellos de tal forma que entendamos qué pasa en nuestro interior, y expresarlo sin dañarnos o dañar a otros.
  • Que reprimir nuestros sentimientos y emociones, por temor al qué dirán o por guardar la compostura, puede generarnos mayor ansiedad y una futura incapacidad de comunicarnos afectiva y efectivamente con nosotros mismos y con los demás.
  •  Reconocer que la vida está llena de matices, que así como hay alegría también hay dolor, y que para crecer como personas debemos asumirlos y aprender de cada experiencia.
  •  Evitar educar a nuestros niños con frases como:  “los niños no lloran”, “eres un cobarde”, y otras similares, que sólo les crearán la imagen de que hay emociones y sentimientos “malos” que deben ocultarse.
  • Escuchar a quienes nos confían sus secretos con sincero interés, procurando no juzgar ni burlarnos de lo que sienten. 
  • Respetar nuestros propios sentimientos:  intentar minimizarlos, esconderlos o sobredimensionarlos no ayuda a esclarecer lo que nos pasa, y puede llevarnos a situaciones depresivas, dependientes o de angustia que en nada contribuyen a nuestra salud mental.


sábado, 30 de diciembre de 2017

REFLEXIÓN DE FIN DE AÑO


“Nuestra historia no es un destino.  Nada queda escrito para siempre.  La verdad de hoy no lo será mañana, los determinismos humanos son de corto plazo. 

Nunca perdemos la esperanza de cambiar de manera de vivir.  Por eso una carencia precoz crea una vulnerabilidad momentánea que las experiencias afectivas y sociales podrán reparar o agravar”.



FUENTE:  Boris Cyrulnik

domingo, 26 de noviembre de 2017

CONSEJOS PARA ENFRENTAR LA PSU


Diversos son los factores que se combinan para aumentar la ansiedad en l@s estudiantes los días previos a la rendición de la Prueba de Selección Universitaria.  Los más importantes, sin lugar a dudas, son las expectativas propias y las del entorno. Algun@s lo toman con calma; otr@s, lo viven como si se jugaran el futuro en dos días.
 Les presento algunas sugerencias generales para enfrentar de buena forma este proceso:
1.       Estar en buenas condiciones para rendir la prueba.  Es fundamental haber dormido al menos 7 horas las noches anteriores a las pruebas.  Dormir bien se hace imprescindible para mejorar la concentración y el rendimiento en un examen.

2.       Comer adecuadamente.  Otro consejo es alimentarse equilibradamente y a las horas que corresponde.  Siempre es muy importante hidratarse para mantener la concentración.  Se recomienda beber al menos 1,5 litros diarios.  Y los días de las pruebas, tomar un buen desayuno ya que proveerá la energía necesaria para mantener la concentración, evitando el cansancio y la fatiga. 

Almorzar de manera liviana, evitando alimentos flatulentos como el brócoli, repollo, coliflor, legumbres o cebolla.


3.       Verificar que se lleva todo lo necesario.  Tarjeta de identificación, cédula de identidad al día, varios lápices grafitos y gomas de borrar.

4.       Distraerse el día previo.  El día anterior a las jornadas de PSU, realizar actividades totalmente alejadas de la actividad académica, como:  distraerse sanamente con amigos, escuchar música, ver series o videos, jugar videojuegos o salir de paseo.

EJERCITÁNDOSE FÍSICA Y MENTALMENTE

Algunas actividades tendientes a disminuir los efectos de la ansiedad en l@s jóvenes que rinden la PSU son:

-          Realizar ejercicios de relajación muscular.  Contraer y relajar los distintos músculos, es una de las técnicas más utilizadas y efectivas.  Consiste en recorrer mentalmente el cuerpo con los ojos cerrados, tensando y luego soltando los músculos (ver artículo anterior).
-          Construir y visualizar imágenes positivas de logros.  Visualizarse respondiendo con toda facilidad cada prueba, lo que contribuirá a mejorar el rendimiento, la autoestima y la seguridad en sí mism@.
-          Adoptar una correcta postura corporal, de tal manera que llegue la oxigenación necesaria a los pulmones, evitando de esta forma la sensación de cansancio y favoreciendo una atención y concentración más efectivas.

-          Antes de sentarse a dar la prueba, es recomendable hacer dos inhalaciones profundas.  Primero, inhalar contando hasta 1, mantener un segundo y exhalar en un segundo y luego ir aumentándolo en dos, tres, cuatro y hasta cinco segundos.  Repetir eso tres veces.  Esto permite inmediatamente bajar el ritmo de las pulsaciones y con ello bajar la ansiedad.

Fuente:  Adaptado de Andrés Ortiz, Ediciones Especiales de "La Tercera".


lunes, 23 de octubre de 2017

AUTOIMAGEN

La autoimagen es el conjunto de las percepciones referidas a sí mismo.  Es el sistema organizado de las convicciones y de los sentimientos que la persona tiene respecto a quién es, cómo debe comportarse, cómo se siente percibida por los demás y dónde se ubica en los grupos de pertenencia.  Es el sistema de actitudes hacia sí mismo.

El concepto de sí mismo tiene inferencias cruciales para el desarrollo del individuo, ya que se encuentra en el centro de lo que hará o no hará, de su capacidad de arriesgarse y comprometerse, de su capacidad de entrega y, en general, de las características del cómo se sitúa en la realidad. 

El niño que se considera a sí mismo como un buen estudiante, no elude, no desperdicia nuevas experiencias de aprendizaje; de igual modo que el adolescente que se ha formado un ideal de sí mismo, caracterizado por la moralidad y rectitud, logrará que otros confíen en él.  Tratando de hacer realidad dicho ideal;  la persona que se considera a sí misma como un hábil profesional intentará realizar sus tareas eficientemente.

La consistencia de la conducta se produce por una necesidad de mantener una estructura interna intacta, haciendo congruente el comportamiento con el modelo propio.

La formación de la autoimagen es un proceso social gradual en que se aprende acerca de sí mismo a través de la interacción con los demás.

Es así como el niño que recibe en su hogar el calificativo de “no sirves para nada” integrará a sí mismo conceptos de minusvalía, inutilidad y sentimientos de tristeza y fracaso.

Esta formación supone un lento proceso de diferenciación, que le permite al niño o niña definir cada vez más claramente quién y qué es él o ella.

Con un enfoque evolutivo es posible determinar que el recién nacido no puede distinguir entre sí mismo y el resto del mundo.  Paulatinamente va descubriendo su cuerpo; luego distingue su voz, pero también reconoce que las palabras bueno, malo, lindo, etc., son atribuidas a él como persona.  Gradualmente, desarrolla un cuadro de sí mismo que se esfuerza en mantener y proteger, ordenando su  conducta en conformidad con él.

Cada nueva experiencia es importante por sí misma y como base para aceptar o rechazar experiencias futuras.  Como resultado de ello la conducta propia es regida no por los aspectos físicos de la situación en que se encuentra el individuo, sino por sus percepciones, y éstas influidas por sus experiencias anteriores.

Una persona que durante la niñez asume esta posición:  “yo estoy mal”, más tarde habrá coleccionado sentimientos de fracaso en diversas situaciones, y entonces se sentirá justificada por comportarse torpemente.  Autores como Allport postulan que todas las experiencias de dolor, frustración y en especial las de ridículo social engendran estados agudos de autoconciencia que dejan efectos que permanecen.  Si se usan estas “etiquetas” durante un tiempo largo, se empieza a creer en ellas y desde ese momento la persona  se convierte en un “producto acabado”, destinado a seguir siendo lo que es desde allí en adelante.  Las “etiquetas” permiten evitar el riesgo y el difícil trabajo de comprometerse con el cambio, a la vez que perpetúan el comportamiento que las provocó.

El temor extenso o intenso e internalizado, genera visión en túnel o, en terminología psicológica, un estrechamiento del campo de la percepción que hace al individuo incapaz de ver o intentar algo nuevo.

El nivel de aspiraciones está íntimamente relacionado con el concepto de sí mismo, de tal manera que un adecuado concepto dará lugar a metas realistas, esto es, a logros probables de alcanzar.  Sin embargo, una imagen de sí mismo no realista (sobrevalorada-infravalorada), que se ha estructurado en torno a las interpretaciones de las prescripciones expresadas por el medio familiar o educativo, pueden crear en el niño o niña un nivel de aspiraciones que lo conducirá siempre por el camino no deseado.  Fijación de metas demasiado elevadas o demasiado bajas serán la causa de permanentes frustraciones.  Sentimientos crónicos de culpabilidad favorecen la deformación perceptiva como medio de evitar el conflicto y tarde o temprano conducen al cierre de las vías hacia la superación.

En nuestro proceso de crecimiento integral, está implícito el ir hacia el perfeccionamiento, es decir, ser un poco mejor de lo que realmente se es.  Es evidente entonces que debe existir una discrepancia ligeramente positiva entre el yo ideal y el yo real.  Existiría una tendencia a sustentar un punto de vista positivo acerca de sí mismo.  Su dinámica de funcionamiento incluiría metas por las cuales esforzarse.  Esta es la persona que acepta el yo.  Típicamente, es una persona cuya historia ha sido de convicción y seguridad, por lo que se percibe a sí misma como amada y amable, y capaz de hacer lo que otros esperan de ella y lo que ella espera de sí misma.



jueves, 7 de septiembre de 2017

LA FELICIDAD: UNA NUEVA MIRADA

¿Qué es la felicidad?  ¿En qué consiste ese anhelo tan humano?  ¿Puede alguien decir que es plenamente feliz?  ¿Puede hablarse de una sociedad feliz o de índices de felicidad en un país?

Hoy este tema es reiterativo cuando se habla de bienestar, de calidad de vida y de grados de satisfacción de las personas.  Al mismo tiempo, es una inquietud que se levanta de modo invisible aun cuando nadie la invoque.  Es parte de la reflexión individual y comunitaria, siendo quizás el tema que más desafíos y expectativas genera.

¿Se puede alcanzar la felicidad personal, social o familiar?

Las grandes reflexiones nos indican que el crecimiento económico ya no es suficiente para la satisfacción de las personas.  Los países con mayor PIB no necesariamente son los más felices.

Hoy pareciera que estamos redescubriendo una nueva mirada de la felicidad, donde ya no se la puede reducir al placer y la obtención de bienes materiales, porque éstos no satisfacen las exigencias hondas e íntimas de todo ser humano.  Es así que aflora la dimensión afectiva, tema que abre todo un camino de desarrollo y plenitud que hasta ahora ha sido de menor relevancia en el análisis de la felicidad humana.

¿Quién puede lograr sentirse feliz si no se siente valorado por los demás?  ¿Quién está exento de la necesidad de afecto desde la primera infancia hasta los últimos días de la vida?  ¿Cómo se puede ser feliz sin el cultivo de emociones positivas en la propia existencia?
  
Al mismo tiempo, no podemos dejar de lado en el análisis de la felicidad otra dimensión fundamental que es la trascendente, aquella que implica la capacidad de salir de sí para ir al encuentro del otro, de generar vínculos significativos y comunitarios.

Por ello, una sociedad que promueve la felicidad debe favorecer el desarrollo del ser humano con vínculos de calidad.

No es casual que los vínculos sean tan importantes.  Aquellas personas que tienen un fuerte sentido de la presencia de los otros en su vida, quienes hacen de ella una continua conversación, están más satisfechos.  Las personas felices, junto con tener resueltas sus necesidades básicas, cultivan una actitud positiva y hacen de su vida una tarea compartida, no enfrentan solos el desafío de vivir.

El hombre actual intuye que el individualismo no hace más que abortar su propio proyecto personal, que la trascendencia al otro es su propia felicidad y eso supone la conquista del ser.  En este contexto la propuesta es mirar la vida como una red social real, no una virtual.  Todos tenemos la posibilidad de generar vínculos de calidad, vínculos reales……de personas que se miran unas a otras.

Se pueden intentar muchas definiciones de felicidad, pero finalmente siempre llegamos a un común denominador:  el poder gestar vínculos significativos y estables en el tiempo.  Así lo dicen los estudios, pero también lo dice nuestra experiencia personal, ya que sentimos a diario el anhelo íntimo de estar en compañía.

Las personas vivimos unas a otras y en este camino y encuentro es donde se producen las más altas transfiguraciones personales.  Este tipo de vínculos se dan esencialmente en la familia, lugar de incondicionalidad, acogimiento y entrega.

Dadas nuestras limitaciones no podemos pretender que estos vínculos se den de manera espontánea, sin esfuerzo ni trabajo.  De allí la importancia de la familia como cuna y escuela de las relaciones humanas.

Pareciera entonces que un ingrediente sustancial para la felicidad es la actitud personal.  De hecho, el psicólogo y escritor Martin Seligman expone que el componente genético en la felicidad es del 50%, que las circunstancias aportan el 10% y que el otro 40% estaría dado por una actitud personal frente a la vida.  Estas cifras nos muestran nuevos elementos que hemos de tener presentes cuando evaluamos nuestro propio estado de insatisfacción:  ¿cuántas veces hemos culpado a nuestros padres, a la sociedad en que vivimos, a los tiempos, en fin, a las múltiples situaciones que alguna vez nos han interferido?

No se puede seguir mirando la felicidad solo como una meta lejana a alcanzar.  No consiste en ese día en que tenga a los hijos bien educados o la relación de pareja sea perfecta, sino que es el modo cómo hacemos el viaje de la vida que tiene un gran mapa central:  LA CALIDAD DE LOS ENCUENTROS Y VÍNCULOS PERSONALES.

No nos vaya a suceder que estemos subvalorando la importancia del día a día, el camino, el estar, el saber estar con otros.

Alcanzar la felicidad es el viaje de la vida, que requiere de proyecto, sentido, acompañamiento, decisión y aprendizaje.


FUENTE:  Marcos Otazo Sepúlveda y adaptación de “Familia y Felicidad”, Carolina Dell’ Oro y otras autoras.







miércoles, 9 de agosto de 2017

¿CÓMO ALIVIAR EL BRUXISMO?

Apretar los dientes y bloquear el paso del aire es una defensa natural después de un conflicto, una disputa, un esfuerzo o durante el sueño.  Es como si nuestro cuerpo quisiera a toda costa cerrar la puerta al “invasor”.  Como defensa primaria resulta ser un mecanismo prácticamente involuntario, pero después hay que saber relajarse.  El ejercicio de movimiento de los maxilares, que a continuación les enseñaré, es un excelente medio para que el aire y las relaciones personales vuelvan a circular.

Duración:  de 2 a 4 minutos.
Lugar:  una silla o sillón.

1. Posición

Estoy de pie o sentado en una silla o un sillón.  Apoyo los pies en el suelo.


2. Acción

Abro y cierro la boca varias veces, como si fuera un pez.  Tengo los labios relajados.
Sólo muevo la mandíbula.  En concreto, sólo muevo el maxilar inferior.

Mantengo la boca entreabierta.  Muevo el maxilar hacia la derecha, mientras los labios siguen quietos.  Intento no mover la cabeza.

Ahora, el maxilar se mueve hacia la izquierda.

Repito este movimiento del maxilar tanto hacia a la derecha como hacia a la izquierda.

Intento identificar de dónde surge el movimiento del maxilar.  Busco con los dedos índices la articulación de la mandíbula, a derecha e izquierda.

Está bastante alto, un poco por delante de las orejas.  Siento cómo se mueve la articulación cuando muevo el maxilar inferior.

Masajeo cuidadosamente esa zona.  Ahí a menudo se esconden muchas tensiones.